jueves, 11 de septiembre de 2014

El instante de la eternidad

El instante de la eternidad


Estilo Artístico: Contemporáneo
Técnica pictórica: Acuarelas sobre hojas pinares

Decidí representar la historia de la filosofía a partir de esta pintura, evocando los amaneceres del polo norte, es decir, el alba, donde el despertar del sol se encuentra acompañado de la luna, allí está el primer matiz, el dualismo, entre un mundo que es inteligible y otro que se vuelve perceptible para los sentidos. Se toma el sol como un pequeño resplandor porque indica el punto de partida de la filosofía: la Idea; es el trazo del proceso en el cual se engendran y nacen las Ideas.

Alrededor del arco de la fecha, que significa templanza y el equilibrio ideal que deberían tener los seres humanos, para acompañar la búsqueda incesante de sentido por la existencia y por la verdad; se va realizando un ciclo completo, pero antes de culminarse, nos encontramos con Cronos, el tiempo calculador, eficaz y del instante, el tiempo que se esfuma, y en la pintura se está derramando, para deslizarse hacia donde está la “materia pura” de la filosofía, debido a que ésta también se enriquece con lo que el hombre pierde, con sus carencias y la debilidad inherente a nuestra condición, pues como bien lo expresa Momo el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón.

Aparece la flecha, pero una flecha que no tiene una dirección definida, porque en las diferentes épocas, las diferentes corrientes, han navegado de formas diferentes a través de la insondable naturaleza humana. Cercano al punto del atardecer, aparece Kairos, donde referimos a un tiempo de sentir y pensar, un tiempo que regala una presencia concreta, un tiempo para la estética, para pulirnos y moldearnos; la llegada del atardecer, el ocaso del sol, es inminente, curiosamente en el atardecer el sol es más grande, más redondo, porque en el recorrido que realizamos se han engendrado las ideas, hemos culminado la tarea del día, de pensarnos, como lo decía Sócrates, ese arte de ser partero de almas. También es ocaso, porque es un ciclo, luego sigue la noche, de la noche el alba, del alba el día, y nuevamente el ocaso precediendo a la noche.

El azul en la parte inferior derecha, simboliza el devenir del río que nos plantea Heráclito, pues el ser continúa buscándose, y nadie podrá afirmar que de la misma manera el ser recorra dos veces el mismo ciclo.

En la parte inferior, está un árbol sin ramas, su primer significado son los Presocráticos y su forma de entender el arjé y el logos, el segundo significado muestra lo importante que es para el hombre el dolor, el desgarramiento. Las hojas que se le caen al árbol, son la expresión de eso que González llama el dolor para llegar a la sabiduría, o como lo dice Hegel, sólo conquistamos la verdad en el absoluto del desgarramiento.

Y la ventana con cuatro vitrales para contemplar el exterior, es la representación de los matices, de las perspectivas que tiene la filosofía, pues es plural; podemos optar por mirar en el azul, el verde, el morado o el blanco que es esa nada, ese vaciamiento presentado por la filosofía oriental, pues en la nada, hallarás tu existencia, al culminar tu propia entrega.

Finalmente, podríamos concluir con un fragmento de Poesía Vertical de Juarroz: “Somos el borrador de un texto que nunca será pasado en limpio”; porque devenimos, y porque en cada ciclo, podemos transformarnos e hilar el trazo de lo que somos.

Sara Echeverri Rodríguez 11B
 

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