martes, 1 de abril de 2014

Giordano Bruno


Giordano Bruno

Hace cuatro siglos del 16 de febrero de 1600, día en que la Iglesia Católica ejecutó al filósofo y científico italiano, Giordano Bruno, por el crimen de herejía. Las autoridades de la Iglesia temían las ideas de un hombre que era conocido a través de Europa como un brillante y atrevido pensador.

Lo más característico de Bruno es su vigoroso llamado a la razón y la lógica, en contra del dogmatismo religioso, como base para determinar la verdad. De una manera que se anticipa a los pensadores del Iluminismo del  siglo XVIII,  escribió en uno de sus últimos trabajos,  “De triplic minimoi (1591): “Aquel que desee filosofar, antes que nada debe dudar de todas las cosas. No debe jamás asumir una posición en una discusión antes de haber escuchado varias opiniones, y considerado y comparado las razones en pro y en contra. No debe nunca juzgar o tomar una posición basada en la evidencia de lo que ha oído.

En “La cena de miércoles de ceniza es uno de los primeros en plantear la existencia de un Universo infinito, que contiene un número infinito de mundos similares a la Tierra. Así rechaza los límites del sistema de Copérnico, que postula un Universo finito limitado por una esfera fija de estrellas un poco más allá del Sistema Solar. Bruno argumentó que el Sol no era el centro del Universo, y que si fuera observado desde cualquier otra estrella no se vería diferente de ellas. Incluso especuló con que los otros mundos estuviesen habitados. Esta doctrina fue el primer y decisivo paso hacia la liberación del hombre. El hombre ya no vive en el mundo de un prisionero encerrado dentro de los angostos muros de un Universo físicamente finito. El Universo infinito no fija ningún límite a la razón humana; por el contrario, es el gran incentivo de la razón humana. El intelecto humano se entera de su propio infinito al medir su poder con un Universo infinito.


Sus percepciones fueron una contribución importante a las ideas que pusieron la base para la ciencia moderna. Su obstinada negación a reverenciar la autoridad, el poder y el aparato represivo de la Iglesia Católica, la institución de mayor alcance en sus días, sería sin duda una inspiración para los siglos por venir.

Por: Pablo Gonzalez Diaz 

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